Lo que encontramos en esta colección de cartas tiene la fuerza de algo vivido, sentido y muy meditado personalmente; clásico y renovado, a la vez; que toca el corazón del lector, forma y encauza su mente cristiana, y ayuda especialmente a afrontar los vaivenes y vicisitudes del trato con Dios, que incluyen, desde luego, el encuentro con la Cruz: el dolor, tantas veces desgarrador, que nos rodea, así como los a menudo desconcertantes sufrimientos interiores que deben afrontar muchas almas buenas.