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Es verdad que somos barro, barro agrietado y hecho añicos por las claudicaciones de una vida que ha dejado de mirarse adentro, que es el mejor modo de mirarse en Dios. Pero basta leer estas Lañas para que volvamos a sentir, amorosa y reparadora, la mano del alfarero que nos modela. Y así, fortalecidos por una lectura que nos abre los ojos a esas plurales y discretas epifanías que suelen pasarnos inadvertidas, volvemos a ser tinajas prestas a cobijar un vino nupcial y alborozado, como aquella doncella de Nazaret que hizo de sus entrañas aposento de Dios: Hágase en mí según tu Palabra. Juan Manuel de Prada, del prólogo a la obra.
Una laña es esa pieza de hierro que sirve para unir o sujetar dos cosas. De igual modo que las doscientas consideraciones que componen esta obra unen a los lectores con lo verdaderamente importante.