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El autor se hace eco de la decisión de Dios de ofrecer al hombre una alianza que, a lo largo de la revelación, no solo queda formulada como un contrato o pacto, sino que llega a ser un ofrecimiento de relación amorosa. Esta alianza, que atraviesa el texto de las Sagradas Escrituras, culmina en el misterio de la Encarnación, donde Dios se hace hombre, y así el hombre se diviniza. Las llamadas a la vida, a la fe y al seguimiento de Jesús, se reciben como don y regalo, pero al igual que a María, la madre de Jesús se la saluda como llenada de gracia y amada de Dios , también cada ser humano experimenta de cierta manera la gracia de forma pasiva. Es posible vivir el proceso espiritual para el que somos elegidos, aunque la persona se sienta tentada y probada, pero también perdonada, levantada, amada, enamorada, habitada y enviada. El perdón es la túnica de fiesta regalada para entrar como invitados al banquete de bodas. La experiencia de amor de Dios no se obtiene por derecho, sino por gratuidad generosa y entrañable de Jesucristo, quien nos ofrece, inmerecidamente, ser del grupo de sus amigos y hasta formar una sola cosa con Él.