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En el campo de concentración de Auschwitz, los prisioneros recibían una ración de pan, agua, mantequilla y algo más algún día. Una familia judía solía usar la mantequilla para la oración del sabbat.
Un sábado por la tarde, la hija pregunta a su padre: «¿Por qué si tenemos tan poco malgastamos la mantequilla en hacer arder como vela para la oración?». El padre asintió comprensivamente y acto seguido respondió: «Es cierto que no podemos vivir sin alimento, pero tampoco sin esperanza».
Un individuo sin esperanza es más vulnerable y está amenazado por la indiferencia, la ansiedad y la falta de sentido. ¿Hay síntomas de esto en Occidente? Este libro analiza, desde una perspectiva interdisciplinar, a partir del pensamiento de Johann B. Metz y William F. Lynch, cómo la esperanza resulta imprescindible en la formación de una identidad sana y responsable, así como en el despertar de la verdadera libertad.