A la vista de la agresividad que en el mundo entero se asocia con el nombre de Dios, resulta difícil ser creyente. De ahí que muchas personas se refugien en la arbitrariedad de una espiritualidad multicultural en boga en el gran mercado de las ofertas de sentido. Sin embargo, la fe responsable requiere tanto de la duda como de la certeza. La fe suscita nueva vida a través de la interacción de los dogmas tradicionales y la experiencia personal. Su objetivo es la renuncia a un mundo anquilosado, regido por el mero funcionalismo, y la inmersión en un mundo diferente: el mundo de Dios.