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Pocos libros han conocido una difusión tan grande en tan poco tiempo. De clásico de la espiritualidad rusa ha pasado a ser clásico de la espiritualidad universal.
El strannik es el típico peregrino ruso que, con su alforja al hombre, su Biblia y el rosario, recorre sin cesar múltiples caminos, teniendo como meta santuarios célebres y famosas reliquias.
Ninguno de los peregrinos nos ha dejado un testimonio tan sublime de sus experiencias como este desconocido. De él, a pesar de los esfuerzos realizados por la crítica, sabemos muy poco. Muy poco de su historia "civil", de esa historia que se mide en datos personales, nombre y apellidos, lugar de origen, nombre de os padres
El lector se da cuenta en seguida, al primer contacto con la obra, de que todo eso carece de importancia. El prodigioso itinerario espiritual, que comienza a recorrer desde la primera página, tiene fascinación suficiente para hacerle olvidar esos accidentes externos e intrascendentes. Quizá sea mejor no saber casi nada del autor, porque así su experiencia personal se eleva con más facilidad a una categoría universal de símbolo.
Es uno de los más augustos modelos que la espiritualidad rusa nos ha legado.
"Por la gracia de Dios soy cristiano; por mis acciones un gran pecador, y por mi oficio, un humilde peregrino sin domicilio, perpetuamente errante. Mis bienes son una alforja sobre la espalda con un poco de pan seco y una Biblia que llevo en mi sayal, junto al pecho. Esto es todo.
El domingo 245 después de Pentecostés fui a rezar a la iglesia, durante la Misa. Se leía la 1ª Epístola de San Pablo a los Tesalonicenses, donde dice entre otras cosas: Orar sin interrupción (1 Ts 5,17). Este versículo se imprimió en mi memoria y me puse a pensar como es posible rezar sin interrupción, ya que el hombre tiene que ocuparse de tantas cosas para ganarse la vida. Consulté la Biblia y leí con mis propios ojos las palabras que había oído, es decir, que siempre, en todo tiempo, en todo lugar debemos orar levantando las manos (Ef 6,18; 1 Tm 2,8). Reflexioné mucho, mas no pude convencerme.
¿Qué debo hacer?, me preguntaba. ¿Dónde encontraré quién me lo explique? Visitaré todas aquellas iglesias que cuentan con famosos predicadores; quizá oiré algo que pueda iluminarme. Y así lo hice. Escuché varios sermones, excelentes, sobre la oración; qué es la oración, cuán necesaria nos es, cuáles son sus frutos; pero ninguno enseñaba cómo es posible orar incesantemente. Escuché un sermón sobre la oración continua e ininterrumpida, pero sin señalar los medios para llegar a ella. No obteniendo lo que deseaba, dejé de asistir a los sermones bíblicos. Elegí otro camino: encontrar, con ayuda de Dios, un hombre experimentado y sabio que pudiera enseñarme personalmente aquello que tan violentamente atraía mi alma".