Información Extra
Dios tiene sed, lo repiten continuamente Teresita y la Madre Teresa, lo cual desagrada a algunos que ven a Dios como una energía impersonal, un ser impasible en su fría perfección. La fuente tiene sed de ser bebida, decía Gregorio de Nisa. La revelación de esta sed divina estuvo en el centro de la vocación de las dos Teresas: ser amor en la Iglesia y en el mundo. Esta vocación al amor nunca ha sido tan urgente como hoy en día. Teresa de Lisieux y la Madre Teresa han saciado esta sed de Dios que desea ser amado. Con la llegada de la Buena Nueva de la salvación en Jesucristo, podemos hablar de Dios con nuestras palabras limitadas, y podemos responder a su sed con nuestras obras imperfectas. Nada de lo humano está escondido para Dios. Nuestra humanidad profunda eleva una luz única sobre el mismo ser de Dios, sobre su sed de amar y ser amado.
Teresa de Lisieux y Teresa de Calcuta: estas dos hermanas espirituales son como dos espejos que se reflejan mutuamente, revelando cada una lo que, en un primer momento, no se ve en la otra... Ambas son testigos paralelos que Dios ha escogido para revelar su amor sediento, la vocación de la humanidad de amar y ser amada, y el caminito abierto para todos.