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No nos perdamos en palabras no se presenta como un comentario del padrenuestro en clave exegética o espiritual, sino que pretende, más bien, acompañar al lector por un camino que le lleve a descubrir los inagotables tesoros de una oración que, con toda justicia, ha sido definida como breviarium totius Evangelii.
El estilo es sencillo y sobrio. Sin embargo, la conmoción del corazón hace la palabra significativamente vibrante por momentos.
Nos da la impresión de que muchos pasajes dan a las meditaciones el sabor del testimonio.
Sólo puede hablar así quien ha entregado y entrega su propia vida a la realización del Reino, en el seguimiento amoroso y perseverante de Jesús; sólo puede hablar de este modo quien ha vivido y vive la com-pasión y la solidaridad con el mal y los sufrimientos del mundo, manteniendo la mirada fija en los horizontes eternos que abren a la esperanza.
Y en virtud de este valor de testimonio cada una de sus palabras resulta nueva y estimulante.