Lo que el autor nos propone en este libro es un intenso viaje espiritual para ser vivido; siendo capaces de escribir sinfonías de humanidad en el pentagrama de nuestra vida. Teniendo la mirada puesta en este objetivo, construye con suma habilidad el camino, como si fuera una parábola musical que musicaliza las distintas virtudes teologales y cardinales, con un lenguaje actual, comprensible, encarnado. El desafío está claro: trabajar cada uno consigo mismo para contemplar los desgarros y escuchar el grito que surge de la humanidad, de tantos hermanos y hermanas y, por lo tanto, del mismo Espíritu, con el fin de tomar decisiones diarias que sean profundamente humanas.