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El camino que recorre la persona que decide separarse es difícil. Empieza bajando una pendiente hacia una honda tristeza y desolación para lentamente ir subiendo, remontando, con fuerza y energía, hacia el autocrecimiento. Lo podemos comparar con una noria: tiene un primer movimiento de bajada en dirección a la profundidad del pozo con los vasos vacíos y un segundo momento de subida con los vasos llenos. Los separados pasan por una precipitada bajada a las profundidades de la soledad; y al tocar fondo, vuelven a salir de la profundidad hacia la superficie para incorporarse de nuevo al camino de la vida e integrarse con los demás. El proceso de separación conyugal es comparable también al que puede tener una planta, a la que se le ha cortado el tallo principal por donde tenía puesta su mayor fuerza y dirección. De pronto, ese tallo se rompe sin posibilidad de reconstrucción; pero la planta no muere; mientras tenga raíz, agua y sol vivirá; necesitará un tiempo para que le broten nuevos tallos por los que seguir creciendo