Dios que, al llegar la plenitud de los tiempos, quiso encarnarse, hacerse hombre y en él ya vimos a Dios. Al Hijo, que es igual al Padre (El que me ha visto a mí, ha visto al Padre) y que nos dio a conocer cómo es su padre y nuestro padre Dios. Dios es como el padre del hijo pródigo. Cuando estaba todavía lejos, su padre lo vio, se le conmovieron las entrañas y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Dios es como el buen samaritano. "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Pasó por allí un sacerdote, pasó también un levita, pero los dos dieron un rodeo y pasaron de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo..." Dios es como el buen pastor. Tiene cien ovejas y pierde una. Deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra. Entonces se la carga sobre los hombros y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice: ¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido. ¡Así es nuestro Padre Dios!