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A través de Hélène Mongin, Santa Teresita de Lisieux nos regala lo que más quería en este mundo, a sus padres. Leyendo esta obra penetramos y comprendemos el origen y la profundidad del caminito de infancia espiritual de Santa Teresa de Lisieux.
Louis y Zélie Martin se casaron a los tres meses de conocerse. Ambos trabajaban y llevaban la casa. Fue un matrimonio que vivió una vida ordinaria, con sus alegrías y tristezas. Se amaron en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, y fueron fieles el uno al otro todos los días de su vida.
Sufrieron en sus carnes una guerra, dos enfermedades crueles, varias crisis económicas y la pérdida de cuatro hijos pequeños sus angelitos-, a los que encomendaban los asuntos familiares plenamente confiados en la realidad de la comunión de los santos. Les sobrevivieron cinco hijas, una de ellas rebelde con causa, todas religiosas, una la santa más grande de los tiempos modernos.
Dieron y se dieron a los pobres. En la prosperidad nunca olvidaron al Señor, en la adversidad nunca perdieron la esperanza. No pidieron otra cosa en su vida, sino que se hiciese la voluntad de Dios.
¿Cómo han tardado tantos años en subir a los altares? Según explica Hélène Mongin al final del libro, un designio de la Providencia ha querido darnos a Louis y Zélie Martin como modelos y como guías precisamente en nuestro tiempo en el que desde los poderes públicos se promueve la cultura de la muerte y se ataca a la familia.