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SANTA CATALINA DE SIENA

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ESPOSA DE CRISTO Y DEFENSORA DE LA IGLESIA

Páginas: 588
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Catalina de Siena es una de esas mujeres que, de vez en cuando, Dios suscita providencialmente en la Iglesia, para realizar una misión que excede con mucho sus meras fuerzas personales. No en vano le tocó, en suerte, vivir un momento crucial de la ... Seguir leyendo

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Catalina de Siena es una de esas mujeres que, de vez en cuando, Dios suscita providencialmente en la Iglesia, para realizar una misión que excede con mucho sus meras fuerzas personales. No en vano le tocó, en suerte, vivir un momento crucial de la historia, pues Europa experimentaba notables cambios, pero aún vivía el espíritu de la Cristiandad. Catalina impulsó las Cruzadas a fin de recuperar para el mundo cristiano los Santos Lugares, que habían sido arrebatados violentamente. Además vivió en un momento de gran decadencia eclesial, dado el carácter poco ejemplar de algunos de sus ministros. Y sobre todo por el cisma que se produjo en el interior de la Iglesia, ya que dos eran las personas que pretendían ser el Sumo Pontificado, ser el Obispo de Roma. Catalina tomó cartas en el asunto, apoyando al Papa legítimo. Antes ya había luchado lo indecible en favor del Pontificado, hasta que consiguió traer de Aviñón al Papa, para que ocupara la Sede romana. De este modo se cumplió lo que el Señor le dijo: «Voy a conducirte delante de los papas, de los obispos y de los gobernantes del pueblo cristiano para que, por medio de los débiles, como corresponde a mi estilo, humille la soberbia de los poderosos» . En efecto, Catalina, cuando todavía era un mujer joven, y sin a penas haber recibido instrucción enriquecida por el Don del Espíritu Santo-, emprendió una intensa vida de apostolado. Visitó innumerables ciudades, donde predicaba el Evangelio y exhortaba a las gentes a confesar sus pecados, llevando con tal fin un numeroso grupo de sacerdotes que les atendían en confesión. Fue una peregrina en permanente estado de contemplación. Vivió intensamente entregada al apostolado, pero sin perder ni rebajar su unión con Dios. Prestó servicios de primer orden a la Santa Sede, en favor del Papa, y a los Príncipes y Reyes. Fue mediadora eficacísima entre ciudades a fin de superar controversias. Y reconcilió a los grandes de la tierra, y a numerosos pecadores, con la Iglesia, de forma que no se produjeran nuevas rupturas en la comunión. Vivió una intensa vida de oración y de penitencia, de donde extrajo fuerza y gracia por la misericordia divina- a fin de alcanzar de Dios el perdón y la santidad en favor de los hombres, a los que quería entrañablemente. Quería para ellos lo mejor: que fueran santos y apostólicos. Y con ese fin les exhortaba a vivir el espíritu del Evangelio sin introducir recortes ni rebajar las exigencias. Penetrada del espíritu de santo Domingo de Guzmán, Fundador de la Orden de Predicadores (Dominicos), Catalina, además de impulsar la reforma de la Iglesia, fue activísima en la mejora y renovación de la vida religiosa. Siguiendo las huellas de su Padre espiritual, santo Domingo, Catalina animó a los religiosos a vivir una vida espiritual fervorosa y exigente, penetrada de espíritu de oración y de penitencia, además del celo apostólico por la salvación de los hombres. San Josemaría Escrivá un gran santo de nuestros días y apóstol enardecido en el amor de Cristo- elogió a la Santa diciendo estas palabras: «Conocéis bien la historia de la Iglesia y sabéis cómo el Señor se suele servir de almas sencillas y fuertes, para hacer llegar su querer en momentos de confusión o de modorra de la vida cristiana. A mí me enamora la fortaleza de una Santa Catalina, que dice verdades a las más altas personas, con un amor encendido y una claridad diáfana» . Aunque lejana ya en el tiempo a nosotros, Catalina, por medio de sus escritos, sigue estando cercana a los creyentes. Y, al igual que antaño, por medio de sus obras, nos sigue hablando: al Papa y a los Obispos, a los Reyes y Jefes de Estado, a los profesionales y artistas, a sacerdotes y religiosos... Sus enseñanzas siguen siendo de gran valor y de suma actualidad. Prestémosles atención que, a buen seguro, nos sugerirán en nuestro interior grandes cosas y suscitarán deseos altos y nobles, ¡ambiciones santas!...

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