Los sacerdotes, ciertamente, no fueron instituidos por Cristo para asumir por sí solos toda la misión evangelizadora de la Iglesia en el mundo; sin embargo, desempeñan un papel insustituible. La exigencia de nueva evangelización hace urgente la necesidad de encontrar un modo nuevo de ejercitar el ministerio sacerdotal que lo haga apto para responder adecuadamente a las circunstancias tan cambiantes de nuestro mundo. Pero no son únicamente las circunstancias las que deben empujar hacia una renovación espiritual, sino, sobre todo, el amor a Cristo y a su Iglesia. Se necesitan sacerdotes evangelizadores que conozcan a fondo el corazón del hombre, que sean contemplativos y enamorados de Dios. Los grandes evangelizadores siempre han sido los santos. Debemos suplicar al Señor que nos mande nuevos sacerdotes santos para evangelizar el mundo de hoy.