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"Dios no juega a los dados, pero sí deja cosas semiocultas, para que el ser humano, paso a paso, las vaya descubriendo a través de los siglos."
Resurrección de Lázaro conduce al lector en un viaje en el tiempo en el que el conocimiento es la meta final. Los escenarios se suceden y aportan su propia magia: la gruta de un ermitaño transmite sabiduría mística; las aulas góticas de las universidades, un saber procesado por largos siglos; las trasnochadas tertulias, la espontaneidad y riqueza de un diálogo que puede finalizar en un principio innegable de la ciencia.
Los protagonistas experimentan una necesidad particular de desentrañar distintos puntos de la realidad física que los circunda y de aquella otra, inconmensurable, que a lo largo de la historia de la humanidad ha inquietado profundamente al ser humano, especialmente a filósofos, teólogos y científicos.
En un diálogo cercano, un padre y su hijo logran construir un camino que les permitirá acceder a una experiencia única.