La octava encíclica el pontificado de Juan Pablo II está dedicada a las misiones. El Papa aborda en esta encíclica el aspecto misionero de la Iglesia, tanto en el sentido amplio de evangelización de la humanidad como en el de la tarea en los llamados países de misión de África o del Tercer Mundo. La presente carta encíclica está centrada en la misión del Redentor y en la praxis misionera de la Iglesia. A lo largo de ocho capítulos se subrayan los aspectos fundamentales de la misión: Jesucristo único salvador, el reino de Dios, el protagonista de la misión, los caminos de la misión, la pastoral misionera, la cooperación en la actividad misionera y la espiritualidad misionera.