No es fácil hoy "reconocer" la proclamación de la Buena Noticia. Todos estamos demasiado habituados a su traducción en lenguaje de catecismo y de formulaciones dogmáticas. Pero estas traducciones han embotado la sorprendente novedad del Evangelio. Es necesario liberar la fe cristiana, porque el evangelio introduce en una libertad escandalosa. El camino no es encontrar formulaciones "ortodoxas" sino descubrir la experiencia cristiana original, en sus niveles personales y sociales, superando las concepciones "sacrales" y "positivistas". Así surge una fe renovada, liberada, capaz de interrogar y dar vida. Los grandes temas de la fe recobran su sentido cuando se les sabe leer y expresar en el marco de la existencia real: de lo que preocupa, anima y salva a los hombres en sus experiencias vitales.