Pedro Martínez Borrego, en su largo transitar por el Nuevo Testamento, descubre que Jesús de Nazaret es el ayer y el hoy, el principio y el fin, el Alfa y la Omega. Que todos los tiempos, espacios, distancias y eras son suyas, y que está presente como un ser cabal, vivo y accesible a toda la Humanidad. En "Jesús el peregrino", el autor se encarna en un personaje imaginario, Eliab, pastor idumeo, con el que pretende representar a todos los hombres. Desde su prodigioso nacimiento hasta su victoriosa ascensión proclama que "vio al Señor y las cosas que le dijo" (Juan 20,18). Por consiguiente, el desarrollo de su obra ha supuesto una experiencia única y maravillosa, contemplada con sentimientos de duda y esperanza, de alegría y de temor tal vez común a las gentes. El autor, con lírica apasionada, vislumbra la figura de Jesús de Nazaret como la expresión humana del Dios revelado a los hombres. Y al aceptar este acontecimiento establece que este libro debe considerarse como el resultado de un hecho arraigado en sus creencias y no una actitud imaginativa ni una fantasía poética. La narración de enseñanzas y prodigios históricos de Jesús de Nazaret, constituyen el cuerpo central de la presente obra.