¿Quién es Pablo: el inventor de cristianismo, o más bien, el que mejor comprendió e interpretó la obra del Maestro? Ciertamente, entre Pablo y Jesús de Nazaret, a pesar de contemporáneos, la distancia cultural, social y teológica es inversamente proporcional a la cercanía en el tiempo; uno vive en los pueblos, el otro en las grandes metrópolis, uno habla arameo, el otro griego. Jesús expresa la cultura oral, con Pablo empieza la literatura cristiana. Después de un siglo y medio de investigaciones sobre la comparación entre los dos, es posible percibir entre los estudiosos, posiciones diametralmente opuestas: por un lado, los que ven en Pablo al verdadero fundador del cristianismo como nueva religión; por otro, los que reconocen una continuidad sustancial entre el Maestro y el apóstol. Con un acercamiento rigurosamente histórico, Barbaglio presenta un balance de los nexos que unen a los dos y de las diferencias que les separan, hasta llegar a afirmar, con datos en la mano, que Pablo ni se ha visto achantado por Jesús, ni se ha distanciado de él hasta ignorarlo. Barbaglio distingue entre los dos un par de continuidades fundamentales. Los dos presentan un Dios acogedor e incluyente, un Dios de los hijos pródigos, de los sin-ley: si en su perspectiva el nazareno ha abatido las barreras erigidas en la pequeña sociedad judeo-palestina del tiempo, del mismo modo, ha actuado el apóstol, pero a más grande escala sobre el escenario de la humanidad entera y del mundo. Igualmente, los dos están invadidos por una perspectiva escatológica positiva bajo el signo de la gracia, anunciadores de la alegría del dies salutis, no profetas de desventura del dies irae.