Tal vez a ningún teólogo del siglo XX se le puede aplicar con más propiedad el calificativo de «católico» en el sentido etimológico del término como a Hans Urs von Balthasar. Cualquiera que se acerque a la gigantesca producción del teólogo suizo puede advertir que en ella convergen música y poesía, literatura y filosofía, reflexión teológica y mística, pasión «pastoral» y juicio crítico sobre las costumbres, defensa y relativización de la institución eclesiástica. Este libro se adentra en su desbordante pensamiento, una labor que requiere valor y provoca cierta confusión: uno piensa que lo ha comprendido y en seguida se da cuenta de que no es así. Sin embargo, él quería hacerse entender, aunque la mayoría de las veces su discurso seguía caminos misteriosos para la mayoría de los lectores. Tal vez el pensamiento de Balthasar es demasiado complejo para ser aferrado y encerrado en esquemas preconstituidos; es un espejo de la realidad trascendente de la que intentó hacer percibir la forma, esa que comprenden los ojos sencillos, que son los únicos capaces de acoger la belleza del amor de Dios.