En la Sociedad pluriétnica, multicultural y multireligiosa de hoy, las cosas sagradas son una cuestión vital en las relaciones con los hermanos separados. Se afronta a la luz de las indicaciones conciliares y documentos magisteriales, en particular de los directorios ecuménicos, y de los dos Códigos, Latino y Oriental. La exigencia de condividir, en particular la Eucaristía, con los otros cristianos no nos debe conducir hacia un «ecumenismo impaciente», como lo definió Juan Pablo II (Pastore gregis, 64), que termina por «revelarse más bien un obstáculo para la consecución de la plena comunión, respaldando ambigedades sobre una u otra verdad de fe. El camino hacia la plena unidad no puede hacerse si no es en la verdad» (Ecclesia de Eucaristia, 44). «No obstante, es verdad que -como recuerda Benedicto XVI- de cara a la salvación, existe la posibilidad de admitir individualmente a cristianos no católicos a la Eucaristía, al sacramento de la Penitencia y a la Unción de los enfermos. Pero eso sólo en situaciones determinadas y excepcionales, caracterizadas por condiciones bien precisas» (Sacramentum caritatis, 56). Por último, por lo que respecta al ámbito delicado y especial del ejercicio de la intercomunión representado por los matrimonios mixtos, en el sentido específico canónico del término, se han examinado las amplias y articuladas normas vigentes, sea en el Código que fuera de él, con el objetivo de ofrecer un panorama lo más completo posible sobre el argumento.