En este libro se nos presenta la Escritura como Palabra viva, como éxodo y camino permanente para alcanzar la plenitud como seres humanos, iluminados por la fe y la esperanza en un Dios bueno y cercano, que camina siempre a nuestro lado. La Biblia es un libro plural, un mundo con múltiples puntos de acceso. Es un libro hospitalario, que entra en diálogo con las preguntas del lector. Este texto explora las Escrituras a partir de la dimensión antropológica y teológica del viaje. De hecho, la fe bíblica es un viaje. Por eso adquiere su importancia, ya que vivimos en unos tiempos en los que caminamos desalentados, creyendo haber perdido el rumbo. Hacer camino con las Escrituras Estas páginas siguen de forma sintética todo el hilo de la historia bíblica, cuestionándolo sobre lo que puede contribuir a dar forma a la sabiduría de la fe como camino en la vida. Un camino que no implica solo a hombres y mujeres, sino que tiene otro protagonista: un Dios que se mueve, que sale de las estancias alejadas e inaccesibles, en las que el imaginario religioso tradicional lo ha colocado siempre, para caminar en una historia que, en sus constantes vicisitudes, necesita ser liberada. Es un movimiento asombroso e impredecible, que trastoca la idea que el ser humano tiene sobre la divinidad. Y que solo puede narrarse con palabras en movimiento, con narraciones plurales, que adoptarán todas las lenguas y formas del lenguaje humano, removiendo hasta casi el fondo de la realidad, vislumbrando algo de su misterio. Un Dios en camino Por lo tanto, lo que se ofrece en este libro son Palabras en camino. Como aquellas que escucharon camino de Emaús, cuando iban de regreso, decepcionados por las expectativas frustradas. En ese mismo no-camino de pasos dictados por la desesperanza, surge, de improviso, la Palabra capaz de conmover, de hacer cambiar el rumbo. No palabras de enjuiciamiento. Son más bien palabras que invitan a hacerse preguntas. Que escuchan, que acompañan, reavivando en los corazones el fuego sofocado por las cenizas. Una palabra que sabe hablar en un momento de crisis, cuando el camino se detiene o se pierde y la meta se desvanece en el horizonte. Que susurran a quienes están cansados, agotados. Palabras que caminan, no palabras que han llegado ya. Que confían en una meta aún desconocida. Y en un compañero de camino, a quien creían vencido e inanimado pero que, de improviso, se nos acerca allí donde nuestros pies se detienen y nuestras piernas fallan. Para darnos nuevas fuerzas, un nuevo aliento y ánimo, para anunciar la resurrección de la Palabra viva y fecunda a los hermanos y hermanas encerrados en su dolor y su miedo.