La «antropología trinitaria» desarrollada en estas páginas es la que mejor logra descifrar nuestra existencia de forma unitaria, superando dualismos e inútiles y estériles aproximaciones metafísicas al misterio de la persona. Partiendo de la pregunta del salmista: «¿Qué es el hijo del hombre?», este libro traza las bases de una reflexión simbólica sobre Adán en el horizonte de la Trinidad. Si el Cristo, Luz del Rostro, es el Dios de la Belleza, Adán, rostro de Luz, es la belleza de Dios... El Padre nos ha forjado con sus propias manos: la Palabra y el Soplo. La antropología del rostro cuenta simplemente este evento trinitario: somos el rostro del Amor. El Padre nos ha creado en Cristo por medio de la acción vivificante del Espíritu. Ésta es la respuesta cristiana a la pregunta por el sentido de la vida. Existir quiere decir encontrar la libertad en el Amor. Ser persona, en sentido cristiano, significa tomar en serio la radicalidad del Amor trinitario. Toda experiencia humana está grabada en el corazón de Dios, que es el Padre de todos. Nosotros somos sus hijos en el Unigénito gracias al grito, a los espasmos, deseos y gemidos inexpresables del Espíritu que grita ¡Abbá, Padre!