Cuentos clásicos reversionados, cuentos originales, fábulas de autores conocidos como Esopo, fábulas del imaginario popular, mitos, leyendas y hasta oraciones. Diversas historias son las que conforman la versión infantil de El libro de las Virtudes, texto que inicialmente se publicó en los años noventa y que pertenece al escritor William Bennett, el que años más tarde, ante la petición de muchos de sus lectores, les daría un nuevo impulso a esta recopilación de textos, ilustrándolos con las evocadoras imágenes a cargo del artista Michael Hague. El libro está pensado, tal como lo indica su prólogo, en lograr en los niños una alfabetización moral, pero entendido desde el ámbito de lo que se debe y no se debe hacer en diferentes situaciones que nos va presentando la vida y que muchas veces como padres no sabemos explicar más allá de un esto no se hace o un porque no está bien. Y es que en la práctica es muy difícil, a no ser que seamos filósofas viviendo en la antigua Grecia, explicar desde un punto de vista cercano, simple qué son las virtudes, en qué consisten, cómo practicarlas, cómo reconocerlas, porque las virtudes de la persona no son cosas, sino que son la esencia del ser humano, lo que nos constituye como personas distintas de otras y eso como padres es fundamental de enseñar. El Libro de las Virtudes para Niños está editado en Chile por ediciones B y contiene más de 30 historias, divididas en las virtudes basadas en el coraje y perseverancia, responsabilidad, trabajo y autodisciplina, compasión, fe y para finalizar, un compilado de textos relacionados con las virtudes presentes en la sinceridad, la lealtad y la amistad como valor. De mis cuentos favoritos incluidos en este libro destaco George Washington y el Cerezo, un cuento que tiene un meta cuento que ha sido muy entretenido de explicar, porque en el valor de decir la verdad, se ve cómo las personas se convertirán en grandes personas al ser adultos, y así, en el ejemplo, he podido ir explicando a mi hijo sobre la virtud de ser honesto y sus implicancias en la vida, la del presente y la del futuro, no sólo para él sino que para todo el mundo que le rodea, y eso es quizás, la mejor contribución que como padres podemos hacer para y por nuestros hijos.