9 de Octubre de 1958. Eugenio Pacelli, a quien la historia signará para siempre como Pío XII, acaba de fallecer en Castegandolfo. Girolamo Lotto, uno de los cardenales papables, encarga a Elezario Horrillo, un excéntrico sacerdote español, una misión inverosímil: demostrar qué relación existe entre el aparente suicidio de cuatro monjas de diversas congregaciones y el quimérico hallazgo de una ciclópea estatua de Nerón. De oro, por más señas. Horrillo se ve envuelto en una serie de avatares que le llevarán a conocer los coletazos de la guerra de Argelia, la pujanza del existencialismo y el comunismo, la aproximación a la guerra fría y a unos oscuros intereses que entroncan con el Saco de Roma; con Winckelmann, el arqueólogo prusiano que volvió a recuperar los tesoros de la Ciudad Eterna; con la Revolución Francesa y con una cordada de mártires sacros y profanos que zarandean los ánimos de unos tiempos falsamente recuperados en los desastres de la Guerra Mundial. El encargo del cardenal Lotto tiene una fecha de caducidad: Elezario Horrillo ha de despejar esa tremebunda ecuación antes de que vuelva a ser ocupada la silla de Pedro. Pero hay otro final por conocer.