En uno de los pasajes más sugestivos del Antiguo Testamento se compara el hablar de Dios como las gotas de lluvia, el rocío, la llovizna y el orvallo que dulcemente caen sobre la tierra empapando la hierba. Cada domingo, así como cada festividad del calendario cristiano, tiene un recorrido pedagógico que nos permite adentrarnos poco a poco en el misterio del amor de Dios que se ha hecho camino, verdad y vida en Jesús. En este volumen he recogido mis comentarios a esta larga proclamación que supone el evangelio durante todo un año cristiano en el día del Señor. Al escribir estas líneas pienso compartir la escucha que he hecho de esta Palabra que luego han pronunciado mis labios y que he tratado de guardar en mi corazón para vivirlas después con los hermanos, y además, pienso, no sólo, en tantos cuantos me han escuchado estas meditaciones, como en los que les pueden ser útiles esta vivencia personal y comunitaria (del prólogo del autor).