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Para muchos, la visión religiosa, especialmente la visión cristiana de la sexualidad es tremendamente negativa. Prescinden de una tradición muy distinta de ver y de juzgar la sexualidad, al valorarla como algo positivo e incluso como fuente de espiritualidad. Así, por ejemplo, la corriente mística, que pone de relieve la gran importancia del eros y de la sexualidad de cara a la relación viva con Dios.
Éste es precisamente el sentido de este libro: poner de relieve que, independientemente de si la vivimos en pareja o de si hemos encontrado otras formas de integrarla en nuestra vida, la sexualidad puede ser una fuerza que nos ayude a trascendernos hasta fundirnos con el totalmente Otro, con Dios. Es posible que en la transmisión de la fe en el Dios vivo nos falte, con frecuencia, la consideración de lo sensual. W. Müller subraya que para tener una profunda experiencia de Dios hace falta algo más que un trabajo intelectual y, sobre todo, que también la experiencia vivida en los encuentros más íntimos nacidos del humano deseo sexual pueden propiciar una oración y una espiritualidad profunda. La finalidad explícita del libro es ésta: alentar a quienes estén interesados en una espiritualidad viva, a que no rehúsen tal vivencia interior y a que se embarquen en la aventura espiritual de dejar más espacio a la experiencia del eros y de la sexualidad.