Si San Juan XXIII tuvo la intuición profética de convocar el Vaticano II y San Juan Pablo II Magno lo sacó adelante "con la fuerza de un gigante", es preciso reconocer que Pablo VI fue el auténtico timonel del Concilio, y el hombre que mantuvo firme el rumbo de la barca en medio de la tremenda tormenta. O lo que es lo mismo, Juan XXIII concibió el Concilio y Pablo VI lo dio a luz. El cardenal brasileño Moreira Neves confesó haber visto llorar en aquellas circunstancias al papa Montini. Lloraba como Pedro, pero a diferencia de éste, lo hacía por haber traicionado, él lo hacía por el dolor que le reportaba mantenerse fiel desarrollándolo. Ciertamente la publicación de la "Humanae Vitae" se coloca en el epicentro de desafecto que sufrió el Papa Montini, pero no fue el único motivo. También su dramática denuncia que el "humo de Satanás" había entrado en la Iglesia en aquella época. y su respuesta sencilla y apasionada, en la proclamación del Credo del Pueblo de Dios. También sabemos cuánto ama el Papa Bergoglio a Pablo VI, el Papa de la Encíclica "Ecclesiam Suam" y de la "Evangelii Nuntiandi", y de quien ha tomado una de sus frases más queridas, la que se refiere a "la dulce y confortadora alegría de evangelizar". Con estas palabras de Pablo VI inicia y concluye aquella breve intervención de Bergoglio que son como un rayo en las Congregaciones previas al Cónclave del que había de salir el primer Papa argentino.