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«Hay algo muy hondo que cambiar en este mundo. El Primer Mundo sigue poniendo el sentido de la historia en la acumulación y en el disfrute que la acumulación permite. A esto Ignacio Ellacuría lo llamó civilización del capital y enseñó que habla que darle la vuelta. El motor de la historia debe ser solucionar las necesidades básicas de 6,500 millones de seres humanos y el sentido de la historia es la solidaridad con espíritu.
Jesús de Nazaret, ejecutado por el poder religioso y romano, siempre estorba. Hasta en la misma Iglesia existe una tendencia a distanciarse de él.
Hace más de 50 años en América Latina irrumpió la verdad de los pobres y con ella nació la Teología de la Liberación, que desencadenó un modo de vivir basado en la compasión, concretado luego en formas de justicia, inspirada por el amor a los más pobres.
El mundo se divide entre oprimidos y opresores y quien se identifica con los opresores, dedicados a quitar la vida a otros, no es cristiano ni humano. Hoy lo más necesario es centrar a la Iglesia en la persona de Jesús y en su proyecto del Reino de Dios».