Un examen sosegado del mundo nos da una panorámica lamentable después de miles de años de «civilización». Basta leer la prensa y mirar a nuestro alrededor: guerras frías y calientes, refugiados, terrorismo, hambre, pobreza, enfermedades, corrupciones, abusos... Si somos sapiens y civilizados, ¿por qué construimos un mundo con tanta destrucción y dolor? Las maldades y las bondades de los hombres parten de sus mentes. Las deformadas causan los males del mundo y las formadas trabajan precisamente para paliar el mal que hacen los malos. Es absurdo. Unos destruyendo y otros reparando. Hemos construido un mundo que deforma las mentes de los hombres de manera constante y metódica. Aquí se analizan algunos de los factores más dañinos, la política, la justicia, los medios de comunicación, el dinero, el trabajo, las relaciones humanas, etc. Para mejorar el mundo deben eliminarse los males que le azotan. La mejor forma de hacerlo es formar las mentes de las personas. Si desde el principio de las civilizaciones se hubiese hecho así, viviríamos ahora en un mundo incomparablemente mejor que el actual. La conclusión es clara: hay que mejorar el mundo y para tal fin deben formarse las mentes de todos, pero empezando por los que tienen mayor poder e influencia sobre los demás, especialmente los políticos y los gobernantes. Para formar las mentes y acercarlas a la perfección, se preconiza un trípode formado por grandes y poderosas bases: amar, pensar y saber. Educados con estos fundamentos, la supuesta utopia de hacer de este mundo un paraíso empezaría a dejar de serlo. Es posible porque nuestras mentes son capaces. Basta quererlo. Se consideran las virtudes y los poderes del amor, de la lógica y de los conocimientos para llegar a la conclusión de que las mentes de los hombres pueden hacer un mundo muy próximo a la felicidad. Basta quererlo. ¿Por qué no intentarlo? El estilo de escritura es sencillo, llano y concreto. Se dedica a los conceptos e ideas y apenas a datos fechas y nombres.