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Así que, amigo, has de estar dispuesto, si deseas ser un buen director de almas, a sentir en tus espaldas el peso de otras vidas, a cargar con el sufrimiento y las penas de los otros, a darte por entero con el único deseo de servir, sin buscar la estimación ajena, el aplauso o la admiración de los demás, porque nuestra tarea es divina; no ofrecemos recetas personales que hemos adquirido por ser muy listos o muy sabios nuestra tarea es la de ayudar a esas almas, que Dios ha puesto en nuestro camino, para que logren una vida plena y feliz en su trato y en su cercanía con Dios.