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En su autobiografía, Teresa de Lisieux escribía: «¡Ah! ¡cuántas luces he hallado en las obras de nuestro padre san Juan de la Cruz!… A la edad de diecisiete y dieciocho años, no tenía otro alimento espiritual…». No hacía falta nada más para que Mons. Guy Gaucher, uno de los mejores conocedores de Teresa del Niño Jesús, profundizara sobre este aspecto de la santa. En este libro demuestra que la influencia de san Juan de la Cruz en Teresa de Lisieux fue decisiva y se manifestó desde su adolescencia hasta el final de su vida. El «poeta de Dios» fue para ella un maestro inigualable de fe, de esperanza y desde luego de amor, de ese amor que inflamaba el corazón de Teresa.Esta influencia tendría su máxima repercusión cuando la joven Teresa de Lisieux, ya carmelita y habiendo podido leer parte de las obras traducidas por las Carmelitas de París del que ella llamaba «Doctor del amor», se viera asegurada en sus apasionados deseos de unión por amor con Dios como posibles, y no quiméricos o ilusorios como en su entorno tanto se temía en aquella época de rigorismos. San Juan de la Cruz fue el guía que necesitó para su propio e imparable desarrollo espiritual y el descubrimiento de su «caminito de abandono y confianza ciega» en la misericordia de Dios.