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Este ensayo teológico y pastoral quiere mover a la reflexión, el diálogo y la acción en torno a la sinodalidad, que no es una moda pasajera, sino una cualidad constitutiva de la Iglesia, un criterio de autenticidad eclesial. Ya no son los clérigos y los religiosos los actores casi exclusivos de la vida y la misión de la Iglesia, sino que es el tiempo del laicado, y estamos aún inmersos en la marea de los múltiples caminos especializados. La nueva conciencia de Iglesia sinodal reclama el protagonismo de todo el Pueblo de Dios, en la responsabilidad compartida de pastores y laicos, y en la complementariedad de ministerios, servicios y carismas. Reclamando la necesidad de un discurso «eclesialmente incorrecto», este ensayo analiza el camino realizado en el proceso sinodal de estos años, denuncia algunos defectos en la forma de concebir la comunión eclesial y propone criterios para seguir imaginando juntos escenarios de una mayor unidad en la misión que todos hemos recibido del Señor.