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En el panteón de masones ilustres españoles encontramos, entre la revolución de septiembre de 1868 y la sublevación militar del general Franco en julio de 1936, a diez jefes de Gobierno. Resulta bastante sintomático comprobar los dos momentos claves en los que la jefatura del Gobierno está desempeñada por masones: los cuatro primeros -Juan Prim y Prats, Manuel Ruiz Zorrilla, Práxedes Mateo Sagasta y Segismundo Moret y Prendergast- fueron miembros del Partido Progresista y, al menos tres de ellos, protagonistas directos de la revolución de 1868, que no tardaría en traer la I República; los demás corresponden a la etapa de la II República: Manuel Azaña, Alejandro Lerroux, Diego Martínez Barrio, Ricardo Samper Ibáñez, Manuel Portela Valladares y Santiago Casares Quiroga.
Al margen de las circunstancias personales de cada uno de estos mandatarios, el análisis de sus figuras y trayectorias nos ayuda a comprender los entresijos de ese binomio masonería-política en torno al cual la historiografía se mueve constantemente, intentando «demostrar» si la masonería es en sí misma política o no y si los masones hicieron o no política a lo largo de la historia de España.